Fulvio tiene 79 años, trabajó como ingeniero, diseñó ascensores. Ha estado trabajando en Suiza y Holanda. Posteriormente se convirtió en director de una empresa en La Spezia y cuando ésta aceptó contratos en Roma, se trasladó voluntariamente a la capital.
Su pensión le permite vivir cómodamente, pero cuando surgieron los primeros problemas de salud, sus nietos le aconsejaron que se trasladara a una "muy buena" residencia de ancianos situada en las afueras de Roma.
Fulvio estaba muy inseguro y al final se dejó convencer, pensando que después del primer periodo de tratamiento recuperaría las energías y regresaría a casa. Sí, porque tenía una casa preciosa en la zona de Piazza Sempione. En el mismo período, sus sobrinos presentaron una solicitud de apoyo administrativo para Fulvio porque pensaban que sería mejor tener a alguien a su lado en la gestión financiera y en las decisiones diarias. Sólo se enteró de esta iniciativa cuando recibió una citación del Tribunal Civil de Roma. Sus sobrinos le restan importancia e insisten en que será una ayuda importante para él. Pensaron que, conociendo las extravagancias de su tío, un extraño sería mejor como administrador de apoyo que ellos mismos, a quienes su tío nunca quiso escuchar.
Entonces se nombra a un abogado que de repente entra en su vida privada, incluso en los rincones más remotos.
Bueno, piensa Fulvio, ahora quiero hacer valer mis derechos y le explicaré que primero quiero volver a casa, tal vez le pagaré a un asistente familiar para que me ayude. Entonces prepara un bonito discurso pero en el primer encuentro no percibe mucha disposición a escuchar por parte del abogado que, habiendo mostrado el decreto de nombramiento, tiene prisa por recibir la tarjeta de débito, los documentos y las llaves de la casa. Fulvio piensa que tal vez no fue el día indicado, tal vez fue solo el primer encuentro y sigue pensando que si el juez decidió así significa que esa será la manera de hacer valer sus derechos y peticiones.
Pero después de la primera reunión Fulvio ya no logra tener la oportunidad de volver a hablar con la administración de soporte. Pide a la dirección de la residencia de ancianos que le llamen pero le dicen que no se preocupe porque aparecerá. Fulvio protesta y le dicen que tenga cuidado con lo que dice porque le habrían reportado todo al abogado. Luego les cuenta todo a sus amigos que vienen a visitarlo de vez en cuando. No sabemos cómo, logran hablar con el administrador de soporte y éste les advierte que no sigan cuidando a Fulvio y creándole falsas expectativas. Añade que no quiere asumir la responsabilidad de traer a Fulvio de vuelta a casa y por eso esta situación actual es la mejor, obviamente la mejor para él.
Los amigos de Fulvio le señalan que posee una hermosa casa donde, gracias también a sus ingresos, podría vivir bien. El administrador de soporte no quiere entrar en razones y reitera que está bien como ya lo decidió. Insisten en decir que la voluntad de Fulvio es otra. El abogado se enfurece: “Pero qué voluntad y qué voluntad, tenemos que ser realistas y entonces no tendré que rendir cuentas ante usted de las razones por las que tomé esta decisión. No tengo nada más que añadir". Fulvio habla con todos solo de su casa, de poder salir pero ya no puede hablar con su administrador de soporte y nunca lo encuentra. No puede entender cómo es posible que un extraño, nunca antes visto, pueda decidir todo sobre él, sin escuchar su voluntad.